Eduardo
Barreiros
La historia de un
ourensano que, contra viento y marea, construyó un imperio industrial
A lo largo de la historia,
surgen empresarios que se convierten en leyendas: Bill Gates, Amancio Ortega, Steve Jobs… Todos ellos son y serán parte de la historia del mundo
empresarial. Desgraciadamente no siempre están bien considerados y, en algún
caso, son injustamente olvidados. Este 2019 se cumplen 100 años del nacimiento de uno de nuestros
grandes. Un gallego que se convirtió en uno de los mayores empresarios de España, que llegó a emplear a más de 20.000 personas en unas
instalaciones de más de 2 millones de metros cuadrados, que llegó a fabricar el
40% de los vehículos pesados de España y que fue reconocido por el New York
Times como uno de los empresarios más importantes de Europa. Una de esas
personas que cambiaron nuestro mundo para siempre. Un genio innovador, que fue capaz de convertir su
apellido en sinónimo del motor diesel y sin el cual no se entendería el mundo del
motor tal y como lo conocemos en la actualidad: Eduardo Barreiros.
Eduardo nacía el 24 de
Octubre de 1919 en Gundiás, Nogueira de Ramuín, Ourense. Su padre había iniciado el negocio familiar con la
explotación de varias líneas de autobuses. Con 12 años, Eduardo comenzó a ayudar a su padre como
revisor y en el mantenimiento de los viejos autobuses de la empresa. Pasó su infancia entre motores hasta la llegada
de la Guerra Civil.
Tras la contienda, abre un
taller en Ourense en el que, a partir de chatarra y componentes de desguace, fabrica autobuses para prestar servicio en la
empresa familiar. Además, comienza a adaptar motores para su uso
con gasógeno (procedimiento que permitía obtener combustible gaseoso a partir
de combustibles sólidos como carbón, leña…). Eduardo ya demostraba que era un
genio.
Y además de genio,
visionario. Tras la Guerra Civil, en España había poca
disponibilidad de gasolina, pero sí de gasoil, más barato y cuyo consumo era
menor. Así que Eduardo pensó que el negocio estaba en modificar motores de gasolina para que
usaran gasoil, para reducir su consumo y con ello, sus costes.
Y vaya negocio que encontró.
En 1951 patentaba el procedimiento de
transformación y el taller se le quedó pequeño, así que en 1954 decide fundar en Madrid una empresa que se
dedicaría a la fabricación de motores, a la que llamó Barreiros Diésel.
Eduardo, además de un genio,
era un gran conocedor de la
importancia del marketing y de la comunicación. En su filmoteca guardaba todos sus trabajos y los documentos de las visitas que recibía en su
fábrica. Trabajar en Barreiros en aquellos años era un
lujo: pagaban bien y a tiempo, daba ayudas para la compra de vivienda, hizo obligatorios
los reconocimientos médicos y las condiciones laborales eran de las mejores del
país.
Y en 1957 llegaba el punto de inflexión. Barreiros Diesel ganaba un concurso para suministrar 400 camiones militares a Portugal. Pero el INI (Instituto Nacional de Industria) no estaba
interesado en que un humilde gallego se llevara ese contrato. Sin saber muy
bien cómo, Eduardo consiguió que Franco solicitara una exhibición del prototipo
portugués (al que todos llamaban “El Abuelo”) en los Montes del Pardo.
Barreiros lo condujo personalmente en
traje y corbata y fue felicitado por Franco. El industrial aprovechó para recordarle que existía la
posibilidad de fabricar 400 camiones para Portugal a lo que el caudillo, frente
al presidente del INI y al Ministro de Industria, exclamó: “Adelante, Barreiros, adelante”. Tenía vía libre, nadie se interpondría ya en su negocio.
La industria automovilística
española estaba controlada por el
régimen a través de SEAT (que fabricaba turismos) y
ENASA (que fabricaba camiones) y no podían permitir que llegara un terco y
espabilado gallego a quitarles su parte del pastel. Pero a pesar de que contaba
con enemigos en todos los Ministerios, Barreiros comienza a fabricar sus
propios motores, furgonetas y camiones civiles (el Azor, el Super Azor…). Y
también comenzó la fabricación de tractores para su exportación a Portugal, África y
Sudamérica.
El negocio se amplió a una
escala tan grande que Barreiros tenía problemas para
encontrar entidades españolas que le ayudaran con la financiación (probablemente con intrigas del INI incluidas) por lo
que buscó socios extranjeros que le permitieran dar rienda suelta a su
expansión. Tras negociar de manera infructuosa con distintos grupos
internacionales, Fiat y General Motors entre ellos, finalmente, en 1963, alcanza un acuerdo con la norteamericana
Chrysler, por el cual cedía el 40% de Barreiros Diesel a
Chrysler Corporation y se funda la nueva empresa, Barreiros Chrysler.
En esa época, con una
inversión de más de 4.000 millones de pesetas de la época (24 millones de
euros), se amplía la fábrica hasta un total de 2 millones de metros cuadrados,
así como la red de distribución comercial, con otra inversión de 1.000 millones
de pesetas (6 millones de euros).
Ya como Barreiros Chrysler, comercializó modelos míticos como el Simca
1000, el Simca 1200 o el Dodge Dart.
Así, Eduardo pone a España de
nuevo en el mapa. El 40% de los vehículos
pesados de España son Barreiros, exporta productos a 27 países, el New York
Times lo reconoce como uno de los empresarios más influyentes del Viejo
Continente, y da empleo a 20.000 personas,
convirtiéndose en la tercera empresa madrileña tras Renfe y Standard Electric.
En 1967, Chrysler Corporation se hace con la mayoría del
accionariado de la empresa y Barreiros
Chrysler se convierte en Chrysler España. 10 años después, esta
empresa sería vendida al Grupo PSA (Citroen-Peugeot) mientras que la
fabricación de camiones pasaría a formar parte de Renault. En 1969, Eduardo
Barreiros abandona la empresa, vende su participación y firma un contrato con
Chrysler España en el que se compromete a no realizar ninguna actividad relacionada con el motor durante
un período de 5 años.
Pero alguien como él no podía permanecer parado, así que se
introdujo en el sector ganadero, fundando PUVASA (Explotaciones Puerto Vallehermoso),
que en poco tiempo se convierte en uno de los más importantes laboratorios de
inseminación artificial de Europa y la principal fuente de abastecimiento de
sementales para las ganaderías de todo el continente.
En 1978, conoce en Madrid a Carlos Rafael Rodríguez, Vicepresidente de Cuba, que le dijo: “Usted tiene que venir
a la Tierra del Comandante y hacer allí el mismo desarrollo llevado a cabo en
España”. Dicho y hecho. Participa en un concurso convocado por el Gobierno
Cubano con uno de sus prototipos, el cual vence al presentado por
Nissan. Se reúne con Fidel Castro y firma un contrato
para el desarrollo automotriz del país, para producir motores diesel y convertir motores de
gasolina, bajo su marca, Taino.
Fue tan importante su
contribución al país que en 1991, la Universidad de la Habana, le concedía el
título de doctor honoris causa en Ciencias Técnicas.
El 19 de febrero de 1992,
Eduardo, con 72 años de edad, fallecía en La Habana de manera inesperada, de un
infarto.
Su legado sigue vivo gracias
a la Fundación Eduardo Barreiros, creada por su hija Mariluz en 1997, de la que
es Presidenta.
En la actualidad, en las instalaciones de Barreiros Diesel en Villaverde, Madrid,
se encuentran las instalaciones del Grupo PSA y de Renault Vehículos
Industriales. La calle que llega hasta la entrada principal lleva el nombre
de Eduardo Barreiros.
Así fue como un
ourensano cambió para siempre la historia del motor. Un gallego
que fue capaz de
convertir su apellido en sinónimo de motor diésel.