sábado, 20 de febrero de 2016

CÓMO AVERIGUÓ EL FARAÓN PSAMÉTICO QUIÉNES FUERON LOS PRIMEROS HABITANTES DEL MUNDO




CÓMO AVERIGUÓ EL FARAÓN PSAMÉTICO QUIÉNES FUERON LOS PRIMEROS HABITANTES DEL MUNDO





Hoy en día, y después de múltiples estudios y diversas teorías según los distintos descubrimientos, podemos datar la edad de la Tierra en algo más de 4.500 millones de años y, según los hallazgos en Herto (Etiopía), los primeros homo sapiens aparecieron hace unos 150.000 años pero el faraón Psamético decidió averiguar quiénes fueron los primeros habitantes o, mejor dicho, qué pueblo fue el primero que habitó la tierra con una técnica, como mínimo, original.

Psamético I fue el fundador y primer faraón Saita (XXVI dinastía) que reinó Egipto entre el 664 y el 610 a.C. Consiguió la independencia respecto del Imperio asirio y su pueblo conoció la prosperidad durante su largo reinado. Los tiempos de paz llevaron al faraón a darle más esplendor y pedigrí a su pueblo… creyendo que su pueblo era el más antiguo del mundo, quiso demostrarlo empíricamente. Para ello, preparó un experimento que demostraría cuál fue la primera lengua y, por tanto, el primer pueblo en habitar el mundo.
Según nos cuenta Heródoto, ordenó entregar dos recién nacidos a un pastor para que los criase sin contacto con otros humanos y con la prohibición de hablarles. Así, sin ninguna influencia y sin oír ninguna lengua, las primeras palabras que pronunciasen de forma natural, superada la etapa de los primeros sonidos ininteligibles, indicarían la lengua primigenia y los que la hablasen serían los primeros pobladores. Tras dos años de experimento, el pastor pidió audiencia con el faraón… habían dicho su primera palabra al tiempo que extendían sus brazos como pidiendo algo:
Becós, becós
Como ni el pastor y ni el faraón conocían el significado de aquella palabra, se convocó un comité de sabios para que pudiese determinar su significado y a qué lengua pertenecía. Tras varios días de reuniones se determinó que la palabra significaba pan y que era una palabra frigia. Por tanto, y muy a pesar del faraón y los egipcios que se consideraban el pueblo más antiguo, se determinó que los frigios, que ocupaban la mayor parte de la península de Anatolia en la actual Turquía, eran el pueblo más antiguo.




martes, 16 de febrero de 2016

RELACIONES PREMATRIMONIALES, MATRIMONIO Y DIVORCIO EN SUMERIA




RELACIONES PREMATRIMONIALES, MATRIMONIO Y DIVORCIO EN SUMERIA





Antes de entrar a saco con los cotilleos rosas de los sumerios hay que advertir que el matrimonio entre los dos ríos no tenía connotaciones religiosas. Es cierto que el acto era presidido por un sacerdote, pero eso se hacía para cobrar el impuesto correspondiente (todas las religiones pasan el cepillo, ¿no?) y para dar fe del contrato matrimonial. Y es que la clase sacerdotal sumeria tenía poder para dar fe, en nombre de los dioses, de todo tipo de acuerdos. El matrimonio de los cabezas negras era un mero contrato civil por el que se informaba al gobernante y al templo de la formación de una nueva “unidad de producción”. Y es que los sumerios consideraban las familias como una especie de empresas familiares con intereses comunes. Eso influía en las bodas, pues si el padre era panadero veía con mejores ojos un yerno comerciante de grano que un pescador.

Y para que el artículo tenga la adecuada cantidad de color rosa, advierto que se daban matrimonios por amor, lo que es curioso teniendo en cuenta que las bodas eran concertadas. Hubo historias dignas de figurar en las revistas del corazón, como la de Sargón de Akhad, que se casó con la viuda del rey Lugalzagesi -él mismo la hizo viuda, por cierto- y a la que parece que fue fiel en un tiempo en que las concubinas estaban de moda. O la historia de su bisnietoSharkalisarri, que tampoco tuvo concubinas, y cuya esposa cambió su nombre de nacimiento aTutasharlibish (en sumerio, “Ella encontró el amor de su corazón”). Los matrimonios los concertaban las madres, con lo que los sumerios podían asegurar con propiedad aquello de que tu madre siempre desea casarte. Si la progenitora había muerto, era una de las hermanas la que se encargaba de la tarea. En la cultura de los dos ríos se las veía como confidentes de sus hermanos, así que se daba por supuesto que estaba cualificada para encontrar una chica adecuada y no dar un disgusto. Cuando la madre o hermana habían discutido las condiciones del contrato matrimonial, la novia pasaba a vivir con sus futuros suegros y marido durante unos meses. En ese tiempo de prueba la convivencia sexual se daba por supuesta, pues para los sumerios el sexo y los hijos eran importantísimos, y un matrimonio con mal sexo era sinónimo de pocos hijos. Practicaban sin problema, por tanto, las relaciones prematrimoniales. Si la cosa no llegaba a buen puerto, el contrato matrimonial podía romperse y el joven quedaba libre para seguir dando la brasa a su hermana pidiendo una cita con la amiga despampanante que todas las hermanas tienen.
En la ceremonia de la boda, aparte de la francachela, en la que nunca podían faltar los poemas en honor de la parejita, la cerveza, las salchichas y las empanadas de pescado, había dos partes muy importantes: una de ellas consistía en pagar los correspondientes impuestos al templo, al escriba y al recaudador; y otra, en la que el novio, ante los testigos, colocaba en el dobladillo delkaunake de la chica -faldón de tipo ritual hecho de piel- una tablilla. En esa tablilla se especicaba la dote proporcionada por el suegro, y esa dote era de exclusiva propiedad de la moza.

Sabemos que en tiempos arcaicos en Sumeria se practicó tanto la poligamia como la poliandria, pues ambas fueron abolidas por Urukagina de Lagash. La poligamia volvió con el tiempo, aunque solo para los que podían financiársela. Si una mujer no deseaba, o no podía tener más hijos, podía regalarle al marido una o más concubinas, cuyos hijos tendrían todos los derechos de sus hermanastros. ¿Y si una pareja ya no se soportaba? El marido podía pedir el divorcio a la mujer y esta no podía negarse a darlo, de la misma manera que tampoco podía oponerse a tener sexo con el marido. La esposa también podía solicitar el divorcio, aunque el esposo podía negarse a otorgarlo. En la ceremonia de separación se volvían a pagar los correspondientes impuestos al templo, al recaudador, al escriba, y también al pregonero, para que proclamara la disolución del matrimonio en una plaza pública. Luego, ante testigos, el recién divorciado cortaba el dobladillo del kaunake de su ex. ¿Por qué? Pues porque al divorciarse el hombre perdía la dote de ella, y con ese acto simbólico dejaba claro que renunciaba a ello. La mujer se largaba con toda la dote íntegra, y con todo aquello que se hubiese ganado en caso de que la dote se hubiese invertido en un negocio o en el comercio. Con esto vemos que el marido tenía derechos sobre la mujer, pero en caso de divorcio la esposa no quedaba desamparada económicamente.
Siempre he dicho que los cabezas negras eran gente pragmática. ¿Acaso los mejores finales no son aquellos en que todos quedan felices?



jueves, 4 de febrero de 2016

PAZUZU, EL DIABLO SUMERIO DE LA PELÍCULA EL EXORCISTA




PAZUZU, EL DIABLO SUMERIO DE LA PELÍCULA EL EXORCISTA




En la religión sumeria el infierno no era un lugar de condenación. Para los sumerios no existía la idea del premio o del castigo tras la muerte. Los seres humanos habían sido creados para servir a los dioses, y el pecado sólo existía, por tanto, relacionado con las faltas contra la divinidad. El infierno (lo llamaban “mundo del otro lado”) era concebido como un sitio al que se iba tras la muerte y en dicho lugar no había sabores, ni colores, ni olores… Era un sitio gris, aburrido e insípido. Si tenías suerte y habías adulado lo suficiente a los dioses, se te podría permitir pasar la eternidad a su servicio en alguno de los palacios infernales. Por lo menos no te aburrirías 

También al servicio de los dioses se encontraban los diablos y las diablesas. Éstos, al contrario que en la cultura judeocristiana, no eran esencialmente malignos. Digamos que se limitaban a hacer su trabajo, que consistía en ajustarle las cuentas a los humanos cuando ofendían a un dios (ya se sabe, “no es nada personal, son sólo negocios”). Por supuesto que, al igual que el panteón sumerio tenía más de 3.600 dioses, había demonios para toda clase de torturas, vejaciones y castigos. Según el dios al que sirvieran, y según su especialidad, podían ser más o menos poderosos. Posiblemente, el diablo más peligroso de todos era Pazuzu. Su fama era tanta que duró más de dos mil años, y llegó a nuestros días a través del cine actual de Hollywood, ya que la imagen del diablo que sale en la película de “El Exorcista” es una estatuilla de Pazuzu encontrada en unas excavaciones.

Los sumerios le tenían un miedo terrible, pues se encargaba de castigar a los humanos con fiebres ardientes, pestilencias y con vientos igual de ardientes. Entre la sequía y la falta de ibuprofeno, los pobres sumerios acababan con frecuencia en el camposanto. Hay que tener en cuenta que las ciudades sumerias, sobre todo las del sur, en aquellos tiempos estaban rodeadas de pantanos. Esto era bueno para llenar la despensa, pues esos pantanos estaban plagados de aves acuáticas y peces, pero también eran el foco de fiebres que en tiempos de paz eran la principal causa de defunción. Se ha calculado que 7 de cada 10 niños no alcanzaban la pubertad. Por ello, los sumerios decidieron convertir a Pazuzu en protector de los niños recién nacidos. De esa forma, las madres colocaban amuletos de Pazuzu entre las ropas de los lactantes. ¡Qué mejor forma de proteger de la fiebre al niño, que elegir como guardaespaldas al mismo que trae la fiebre! Por si fuera poco, Pazuzu estaba casado con la diablesa Lamashtu, que era una de las más poderosas y estaba especializada en devorar niños y provocar abortos tocando siete veces el vientre de las embarazadas. Pazuzu era el único capaz de meter en vereda a su media naranja. De esa forma, negocio completo. No hay duda de que los sumerios siempre fueron gente práctica.